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Personalidad tipo D y riesgo cardiovascular

| 13/6/07

Lic. Roberto O. Sanchez. Fac. de Psicología, UNMdP.

Nexos (2005), 20, 22-25. Universidad Nacional de Mar del Plata

En el número 18 de Nexos (julio de 2004) apareció un interesante artículo del Ingeniero Fernado Clara titulado "Determinación de riesgo cardiovascular en base a registros de variación de diámetro arterial". En dicho artículo, el autor nos informa acerca de la hipertensión como factor de riesgo de la patología cardiovascular y la consecuente importancia de su detección temprana. El tema resulta de importancia mayúscula si se considera que las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte en nuestro país.

Los factores de riesgo biológico (como por ejemplo la citada hipertensión, el sedentarismo, el tabaquismo o el colesterol elevado) suelen merecer un amplio tratamiento en los programas de prevención primaria y secundaria, y en los medios. Por el contrario, los factores de riesgo psicosociales, de tanto peso como los biológicos, no siempre son tenidos en consideración. Diversos estudios han puesto en evidencia de manera clara y convincente cuáles son los factores psicosociales que contribuyen significativamente en la patogénesis y en la expresión de los trastornos cardiovasculares. Estos factores se expresan principalmente en cinco campos: 1) depresión, 2) ansiedad elevada, 3) personalidad patológica o rasgos disfuncionales de personalidad, 4) aislamiento social y 5) estrés crónico.

La propensión psicológica está considerada entre los factores de riesgo más relacionados con la aparición de trastornos cardiovasculares, si bien los mecanismos por los cuales los factores de riesgo psicológico influyen sobre el sistema cardiovascular aún no están tan claros como en el caso de los factores biológicos. Al parecer, los mecanismos biológicos podrían ser mediados por influencias psicológicas para determinar la enfermedad coronaria (Marusic, 2000).

Los factores psicológicos en los trastornos cardiovasculares influyen tanto en el surgimiento de la patología como en su curso. Por ejemplo, estudios de seguimiento de sujetos que han sufrido un infarto de miocardio indican un pronunciado deterioro físico, psicológico y social tras abandonar el hospital, que parece relacionarse con la reacción psicológica provocada por el mismo hecho de sufrir un infarto, más que con el grado de deterioro del sistema cardiovascular. En otras palabras, los trastornos emocionales post-infarto se relacionan más fuertemente con la evaluación subjetiva del paciente (como el grado de preocupación por el estado de salud o la presencia de trastornos emocionales pre-infarto) que con los índices de severidad de la enfermedad física.

En 1959 dos cardiólogos de Estados Unidos, Meyer Friedman y Ray Rosenman, observaron en personas que habían sido afectadas por un infarto de miocardio un deseo intenso de tener éxito, alta competitividad, impaciencia y un extraordinario nivel de alerta física y mental. Entonces, propusieron un conjunto de características de comportamiento para describir la forma en la que se comportaban estos pacientes y lo denominaron “patrón de conductas tipo A”. Desde entonces, se considera que el tipo A constituye un factor de riesgo independiente en el surgimiento y desarrollo de los trastornos cardiovasculares, tan significativo como los factores de riesgo biológicos. Por muchos años la investigación cardiovascular se enfocó sobre este patrón de conducta, si bien los avances en los tratamientos fueron minúsculos (Lesperance y Frasure-Smith, 1996).

Recientemente, se ha propuesto un nuevo tipo de personalidad como relacionada con el riesgo de contraer trastornos cardiovasculares. Johan Denollet y su grupo de investigadores (Universidad de Amberes, Bélgica) han sugerido que la personalidad "Tipo D" (de distress) puede ser una influencia importante en el desarrollo de la patología cardiovascular. A partir de estudios anteriores que relacionaban la enfermedad cardiovascular con el malestar psicológico y con la falta de apoyo social, estos investigadores han suministrado evidencia empírica respecto a cómo la conjunción de ambos factores incrementa el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares y el riesgo de mortalidad en pacientes cardíacos. La personalidad Tipo D se define como un rasgo de personalidad caracterizado por la afectividad negativa y por la inhibición social (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet, 2000; Denollet y Brutsaert, 1998; Denollet y otros, 1996):

Por afectividad negativa se entiende la tendencia a preocuparse y a tener una visión pesimista de las cosas, acompañada a menudo de sentimientos de infelicidad o irritación, síntomas depresivos, tensión crónica y un bajo nivel de bienestar subjetivo. Las personas con elevada afectividad negativa son más propensas a experimentar emociones negativas de manera estable, a lo largo del tiempo e independientemente de las situaciones, se muestran incapaces de enfrentar los estresores de la vida, tienen una visión negativa de sí mismos, presentan más síntomas somáticos y tienen un sesgo atencional hacia los estímulos adversos. Son personas que parecen estar escudriñando el mundo en busca de problemas amenazantes inminentes.

La Inhibición social se define por una tendencia a mantenerse distanciado de los demás, por inhibir a menudo la expresión de emociones y conductas en la interacción social, y por bajos niveles de soporte social percibido. Décadas de investigación han relacionado el aislamiento social y el bajo nivel de apoyo social percibido con el incremento en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Las personas con alta inhibición social son propensas a inhibir sus sentimientos y la expresión de emociones negativas, se sienten tensas e inseguras en presencia de otros, a menudo presentan poca asertividad, usan estrategias de afrontamiento de evitación y tienen pocas capacidades comunicativas.

Personalidad Tipo D

Estilo de personalidad

Afectividad negativa

Inhibición social

Definición

Tendencia a experimentar emociones negativas en todo momento y situación

Tendencia a inhibir emociones y conductas en la interacción social

Cuadro clínico

La persona se siente infeliz a menudo, tiende a preocuparse, es pesimista, se irrita fácilmente, tiene baja autoestima y poca asertividad, tiene síntomas depresivos y de ansiedad

La persona se siente insegura en la interacción social, tiende a mantener distancia con los otros, tiende a ser cerrada y reservada, reporta bajos niveles de apoyo social percibido

Prognosis

La personalidad tipo D, definida por altos valores de afectividad negativa e inhibición social, resulta un predictor independiente de mortalidad a largo plazo en pacientes con trastornos cardiovasculares. En las investigaciones originales de Denollet se encontró una mortalidad del 23% en pacientes con personalidad tipo D y del 7% en pacientes con otros tipos de personalidad en un estudio de seguimiento a seis años en pacientes con trastornos cardiovasculares.

Se cree que la personalidad Tipo D resulta un factor de riesgo independiente para las enfermedades cardiovasculares y que podría actuar por dos vías:

a. la inhibición de la expresión emocional ayudaría al desarrollo y desencadenamiento de la enfermedad;

b. la mayor propensión a la depresión y al aislamiento social aumentaría la mortalidad en pacientes con trastornos cardiovasculares.

Existe evidencia empírica que sugiere que una combinación de alta afectividad negativa y alta inhibición social puede predecir la aparición de trastornos cardíacos de manera independiente a los factores de riesgo tradicionales. Los pacientes cardíacos con personalidad Tipo D tienen un incremento significativo en el riesgo de morbilidad y mortalidad cardiovascular, de manera independiente a los factores de riesgo tradicionales. También tienen un mayor riesgo de sufrir estrés psicosocial negativo, de tener una calidad de vida más deteriorada y de beneficiarse menos con los tratamientos médicos (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet, 2000).

El estrés negativo (distress), propio de la personalidad tipo D, puede provocar la enfermedad cardiovascular en forma directa o en forma indirecta. En forma directa, el estrés al que está expuesto el sujeto influiría en los mecanismos fisiológicos que determinan la enfermedad cardiovascular. El estrés negativo también podría relacionarse con la enfermedad en forma indirecta por su influencia en comportamientos relacionados con la salud, como una pobre adherencia al tratamiento, fallas al momento de cambiar los factores de riesgo, o por su influencia negativa en la comunicación con los médicos. Todo esto incidiría en la gravedad de la enfermedad cardiovascular y en un incremento en el riesgo de mortalidad de estos pacientes (Denollet y otros, 1996).

La conclusión que puede extraerse por lo expuesto hasta aquí es que resulta indispensable adoptar un enfoque que considere la personalidad de los pacientes cardíacos o de aquellas personas en riesgo de sufrir tales patologías. La relación presentada entre personalidad tipo D y trastornos cardiovasculares debe preocupar tanto a los psicoterapeutas cuanto a los cardiólogos. Los primeros deben tener en cuenta las posibles consecuencias de la personalidad tipo D sobre la salud de sus pacientes, presenten o no un trastorno cardiovascular en el momento de la consulta. Los cardiólogos deben tener en cuenta dichos aspectos psicológicos en sus pronósticos. Esto es así ya que, como se dijo, la personalidad tipo D es un factor independiente en el surgimiento y evolución de los trastornos cardiovasculares. Por lo tanto, aunque estén controlados los factores de riesgo biológicos puede darse una mala evolución de acuerdo con la personalidad del paciente.

Cabe señalar, que para algunos autores los resultados de las investigaciones llevadas a cabo hasta el momento no han aportado evidencia concluyente respecto a la hipótesis que relaciona la personalidad tipo D con los trastornos cardiovasculares, ni respecto a que el Tipo D tenga el status de un tipo particular de personalidad (Habra y otros, 2003; Carney, 1998).

De cualquier manera, si bien tanto la afectividad negativa cuanto la inhibición social son preocupantes y no sólo por sus posibles implicancias sobre el sistema cardiovascular, ambas características son modificables. La psicología cuenta hoy, a través de la psicoterapia, con las herramientas suficientes como para revertir esos rasgos de personalidad desadaptativos. La consulta a tiempo puede ayudar a prevenir los efectos negativos de la personalidad tipo D sobre la salud física en particular y sobre la calidad de vida en general. Y en el caso de pacientes que ya presentan una patología cardíaca, un tratamiento psicológico adecuado puede ayudarlos a una mejor recuperación y a un mayor bienestar psicológico. En este y otros campos, y como resultado de su trabajo científico, la psicología dispone hoy de intervenciones eficaces con una marcada relevancia social.

Bibliografía.

Carney, R. (1998). Psychological Risk Factors for Cardiac Events Could There Be Just One? Circulation, 97: 128-129.

Denollet, J. (2000). Type D personality: A potential risk factor refined. Journal of Psychosomatic Research; 49(4): 255-266.

Denollet, J.; Brutsaert, D. (1998). Personality, disease severity, and the risk of long-term cardiac events in patients with a decreased ejection fraction after myocardial infarction. Circulation; 97:167-173.

Denollet, J.; Sys, S.; Stroobant, N.; Rombouts, H.; et al. (1996). Personality as independent predictor of long-term mortality in patients with coronary heart disease. The Lancet; 347: 417-421.

Habra, M.; Linden, W.; Anderson, J.; Weinberg, J. (2003). Type D personality is related to cardiovascular and neuroendocrine reactivity to acute stress. Journal of Psychosomatic Research; 55: 235– 245.

Lesperance, F.; Frasure-Smith, N. (1996). Negative emotions and coronary heart disease: Getting to the heart of the matter. The Lancet; 47: 414-416.

Marusic, A. (2000). Psychological factors associated with coronary heart disease. Irish Journal of Psychological Medicine;17(4): 135-139.

Pedersen, S.; Denollet, J. (2003). Type D personality, cardiac events, and impaired quality of life: a review. European Journal of Cardiovascular Prevention and Rehabilitation; 10(4): 241-248.

Lecturas recomendadas.

A parte de la bibliografía citada en este trabajo pueden consultarse los siguientes artículos para una mayor porfundizazión sobre el tema:

Denollet, J.; Van Heck, G. (2001). Psychological risk factors in heart disease. What Type D personality is (not) about. Journal of Psychosomatic Research; 51: 465– 468.

Denollet, J.; Sys, S.; Brutsaert, D. (1995). Personality and mortality after miocardial infarction. Psychosomatic Medicine; 57: 582-591.

Rozanski A., Blumenthal J., Kaplan J. (1999). Impact of psychological factors on the pathogenesis of cardiovascular disease and implications for therapy. Circulation; 99:2192-2217.

Smith, T.; Ruiz, J. (2002). Psychosocial Influences on the Development and Course of Coronary Heart Disease: Current Status and Implications for Research and Practice. Journal of Consulting and Clinical Psychology; 70(3): 548–568.

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